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I al capdavall, què?

dissabte, de desembre 18, 2004

Justícia Víctor Jara

A 31 años de su muerte, Victor Jara tiene justicia en Chile


Le machucaron sus manos para que nunca más pudiera tocar guitarra. No conformes, lo cosieron a tiros para callar también su voz. Hoy, a 31 años de su muerte, Víctor Jara tiene justicia en Chile.

A pesar de la negativa del Ejército para aportar al tribunal los nombres de sus custodios en el Estadio Nacional, convertido en campo de concentración en los primeros días del golpe militar de 1973, la justicia logró identificar al fin a uno de los autores.

El juez Juan Carlos Urrutia procesó ayer como autor intelectual del crimen al teniente coronel (r) Mario Manríquez Bravo, quien en 1973 era comandante del centro de detención Estadio Chile.

Ahora el magistrado, con la colaboración de testigos, familiares de las víctimas y abogados de los derechos humanos va tras los oficiales que mutilaron las manos del popular cantautor chileno y dispararon los 34 balazos encontrados en su cuerpo.

"Mira mis manos, mira mis manos... me las machacaron para que nunca más volviera a tocar la guitarra", respondió Víctor Jara cuando el periodista Sergio Gutiérrez le preguntó cómo estaba, al encontrarse con él en un pasillo del Estadio el 12 de septiembre de 1973.

El cantante también estaba demolido por la tortura. Horas después, oficiales del Ejército le dispararon 34 balazos y salieron a tirar su cuerpo a la calle, para que sirviera de advertencia. Nacía así una trágica leyenda.

Hasta el 5 de diciembre de 2004 el Jefe del Ejército, general Juan Emilio Cheyre, se había negado a entregar al tribunal los nombres de los oficiales que estuvieron a cargo de los prisioneros del Estadio Chile y la identidad de quien fue su comandante.

"Ante su negativa a entregar esa información, decidimos recurrir a la gente, a los testigos, a los ex prisioneros, para que nos ayudaran a nosotros y al juez Urrutia, y finalmente lo logramos gracias a los medios de comunicación, dijo el abogado Nelson Caucoto.

El jurista, quien representa a Joan Jara, la viuda del artista, estaba ayer feliz tras darse a conocer la resolución del magistrado, titular del Quinto Juzgado del Crimen de Santiago.

"Hoy es un día de fiesta para la cultura nacional. Víctor Jara sigue siendo un icono irremplazable en todo el firmamento cultural y artístico. Lo mataron simplemente por dedicar sus canciones, su arte y su folclor al mundo popular", afirmó.

Recordó que su muerte fue asumida casi como un trofeo por los militares que asaltaron el Palacio de La Moneda el 11 de septiembre de 1973 para terminar con el gobierno de la Unidad Popular que encabezó el extinto presidente constitucional Salvador Allende.

"Pero ya Víctor Jara puede al fin descansar en paz", afirmó Caucoto tras indicar que "ahora iremos por los autores materiales de los disparos y las torturas".

El abogado expresó confianza en que Cheyre entregue la lista de oficiales. "No creo que sea necesario que realice un nuevo seminario", dijo con ironía, en referencia al difundido encuentro convocado el lunes por el alto oficial para dictar cátedra sobre derechos humanos.

"Víctor Jara fue golpeado con pies, puños y culatazos de fusil por parte del personal militar y luego arrastrado al interior del recinto deportivo. Sus manos, golpeadas con culatas de fusiles, quedaron reducidas a una sola llaga", estableció el juez en su resolución.

El magistrado no hizo valer ni la amnistía ni la prescripción y a pesar de que se sabe que el cuerpo de Víctor Jara está sepultado en el Cementerio General, dictó el procesamiento por el delito de homicidio calificado.

Para Caucoto, abogado que lleva 25 años defendiendo causas de derechos humanos, esa decisión jurídica "es la correcta porque Jara fue un prisionero y su asesinato es un grave crimen de guerra y un delito de lesa humanidad".



Esta fue la última canción de Víctor Jara, compuesta en el mismo Estadio de Chile...

Somos cinco mil
en esta pequeña parte de la ciudad.
Somos cinco mil
¿Cuántos seremos en total
en las ciudades y en todo el país?
Solo aquí
diez mil manos siembran
y hacen andar las fabricas.

¡Cuánta humanidad
con hambre, frío, pánico, dolor,
presión moral, terror y locura!

Seis de los nuestros se perdieron
en el espacio de las estrellas.

Un muerto, un golpeado como jamas creí
se podría golpear a un ser humano.
Los otros cuatro quisieron quitarse todos los temores
uno saltó al vacío,
otro golpeándose la cabeza contra el muro,
pero todos con la mirada fija de la muerte.

¡Qué espanto causa el rostro del fascismo!
Llevan a cabo sus planes con precisión artera
Sin importarles nada.
La sangre para ellos son medallas.
La matanza es acto de heroísmo
¿Es éste el mundo que creaste, dios mío?
¿Para ésto tus siete días de asombro y trabajo?
en estas cuatro murallas sólo existe un numero
que no progresa,
que lentamente querrá más muerte.

Pero de pronto me golpea la conciencia
y veo esta marea sin latido,
pero con el pulso de las máquinas
y los militares mostrando su rostro de matrona
llena de dulzura.
¿Y México, Cuba y el mundo?
¡Qué griten esta ignominia!
Somos diez mil manos menos
que no producen.

¿Cuántos somos en toda la patria?
La sangre del compañero Presidente
golpea más fuerte que bombas y metrallas
Así golpeará nuestro puño nuevamente

¡Canto qué mal me sales
Cuando tengo que cantar espanto!
Espanto como el que vivo
como el que muero, espanto.
De verme entre tanto y tantos
momentos del infinito
en que el silencio y el grito
son las metas de este canto.
Lo que veo nunca vi,
lo que he sentido y que siento
hará brotar el momento...




Yo pregunto a los presentes
si no se han puesto a pensar
que esta tierra es de nosotros
y no del que tenga más.

Yo pregunto si en la tierra
nunca habrá pensado usted
que si las manos son nuestras
es nuestro lo que nos den.

A desalambrar, a desalambrar
que la tierra es nuestra, es tuya y de aquel,
de Pedro y María, de Juan y José.

Si molesto con mi canto
a alguien que no quiera oír
le aseguro que es un gringo
o un dueño de este país

A desalambrar, a desalambrar
que la tierra es nuestra, es tuya y de aquel,
de Pedro y María, de Juan y José.